Como en todo, en los videojuegos también hay etapas, géneros, momentos de estancamiento y de ruptura. En los últimos años hemos asistido a un monopolio en consolas, el de los first person shooter. Tiroteos caóticos, granadas de mano y mucho juego online al máximo nivel. Particularmente, a raíz de la saturación del mercado con la saga Call of Duty o Battlefield los había dejado a un lado totalmente.
Sin embargo, recuerdo con nostalgia aquellas partidas a Quake II en PSX o Unreal Tournament en PC. Desde entonces, la saga Halo ha sido mi preferida en este género en el que de los más comerciales, sólo he tocado Battlefield 1 (hace muy poco). Ni Borderlands, Destiny, Wolfenstein, Call of Duty, Titanfall, Star Wars Battlefront, Overwatch… ni tantos otros. Como digo, creía que este género estaba estancado (que no decayendo). Es más, Halo 5 o Battlefield 1, quizá los grandes estandartes del género junto CoD y Counter Strike no han aportado nada nuevo.
Es aquí donde aparece un juego que, para mí, supondrá un antes y un después en el género. No podía ser otro que uno de sus padres: Doom.
¿POR QUÉ ES TAN BUENO DOOM?
Porque es frenético. Punto. Lo primero que impresiona al jugarlo es su velocidad endiablada. Piensas: no me voy a hacer nunca con un control tan rápido, voy a necesitar una biodramina. Pero no. Tras 2 minutos te mueves por instinto. Además luce maravillosamente bien. Todo en pantalla funciona con rapidez y con una calidad técnica increíble. Y por si fuera poco su banda sonora de electro-metal con Mick Gordon al frente es, en una palabra, magistral.
Independientemente de si te gusta ese tipo de música o no (no muy comercial, la verdad), la función de complementar las escenas del juego en momentos de tensión, tiroteo y demonios persiguiéndote es brillante. Un título redondo, un diez absoluto en jugabilidad, gráficos y sonido. Frenético en todos los aspectos.
Por ejemplo, cuando rebientas un nido de demonios de repente sientes que has bajado a limpiar el mismísimo infierno. Te ves rodeado y el que no te escupe fuego, te embiste, te lanza rayos o te aplasta. Un combate verdaderamente demencial. Y eso es lo que te engancha, su excelente jugabilidad. De hecho, al terminarlo sólo dan ganas de una cosa, volver a empezarlo y jugarlo de nuevo, una y otra vez.
SU HISTORIA
En realidad la historia no es más que una invitación para disparar contra todo lo que se menea. Resumen: el portal del infierno vuelve a abrirse en Marte y los demonios tratan de absorber nuestro mundo. Por el camino enemigos variados (a consultar en su bestiario), multitud de secretos, desafíos y recolección de runas.
Además según practicamos las habilidades de combate y conseguimos bajas vamos mejorando nuestras capacidades.
Un juego que invita a rejugarlo, del que nunca te cansas pues se puede exprimir mucho si lo exploramos. No hablemos ya del modo snapmap y multijugador para crear y compartir niveles y jugar online. Virtualmente, más allá de sus cerca de 40 horas de campaña, es infinito.
Junto a ese material creado por la comunidad, en la campaña tenemos notas de audio (testamentos), secretos escondidos que ¡desbloquean niveles del primer Doom!, botas anti-gravedad, potenciadores de arma y de personaje y drones de campo para mejorar el arsenal. Ítems por los que merece la pena explorar los mapas y deleitarnos con su magnífica ambientación y atmósfera.
Desde luego, ese guiño al tan querido clásico es un caramelo para los jugadores y fan más nostálgicos, y te arranca una sonrisa.
No obstante, es un juego que pasó desapercibido todo 2016 y que, de tapadillo, ha aparecido en todas las quinielas a juego del año. Yo vaticino que incluso de la generación y por supuesto del género. No en vano, el Doom 3 de 2004, también de id Software para la primera Xbox, ya era una genialidad que, entre otras cosas, hacía palidecer al hardware de PS2. Este sería Doom 4 en sentido estricto pero tras los muchos problemas de desarrollo, para limpiar un poco el buen nombre de la saga, nos encontramos con un reboot que sienta cátedra en el género.
JUGABILIDAD
Jugar a Doom es una experiencia salvaje, brutal. Tanto la rapidez de los movimientos como lo encarnizado de los combates sorprenden. Aunque conviene explorar el mapa podemos jugar sin reparar en los ítems, rollo speedrun, por el placer de disparar. Se incluye a propósito un modo arcade con puntuaciones mundiales. Por otra parte, el que espere un título pasillero se equivoca. Podemos saltar, coger impulsos que nos hacen volar, agacharnos por grietas para investigar la fase y por supuesto disparar con escopetas, lanzamisiles, ametralladoras y armas con munición limitadísima pero, como diría aquel, de destrucción masiva.
Hay también potenciadores temporales de habilidad. El de rapidez es de auténtica locura pero mi favorito es el berserker. Con este podemos matar a los demonios (sea cual sea su nivel) directamente a puñetazos. Y no es que Doom carezca de contacto cuerpo a cuerpo. Cuando hemos debilitado casi hasta la muerte a un demonio, este se ilumina con un halo azul si estamos lejos. Al acercarnos cambia a naranja indicando que podemos ejecutarlo con las manos. Las ejecuciones son brutas, muy brutas, y una gozada practicarlas. Además generan ítems: munición, salud o protección de armadura.
CONCLUSIONES
Poco se le puede reprochar al juego. Quizá que los tiempos de carga a menudo superan la media, sobre todo cuando se cambia de modo. La carga de texturas, al menos en la versión de Xbox One, en momentos puntuales falla, cargando las de alta definición con retraso. También, a pesar de la cantidad de combates y el gran poder de algunos demonios, es un juego poco exigente si lo juegas en normal (hacedme daño). Por eso mejor jugarlo en difícil (ultraviolencia) especialmente si se piensa usar el modo online donde hay verdaderos profesionales del head shot.
El tándem Bethesda-id Software que tan bien funcionó con la saga Quake ha hecho con este Doom un trabajo increíble del que todos los fps futuros deben beber. Sin ir más lejos ya viene en camino Quake Champions y se espera con muchas ganas. En definitiva, un juego imprescindible de esta generación y un referente de cara al desarrollo futuro del género. No tengo más que piropos para Doom, te hace latir el corazón con un subidón de adrenalina, en dos palabras: endiabladamente bueno.
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